La perspectiva filosófica del sistema terapéutico floral de Edward Bach

La curación por las flores implica el reconocimiento de vibraciones energéticas que, provenientes de éstas, llegan a los individuos tratados transportadas por el agua. Pero detrás de esta síntesis prevaleció en Edward Bach una concepción filosófica de la enfermedad y los enfermos.

Según el médico galés, la enfermedad tiene sus raíces en un conflicto entre el alma y la mente. Cuando nuestra personalidad se desvía del camino trazado por el alma, fuere por la propia acción o por influencia de otros. Asimismo, provoca enfermedad todo acto de crueldad o mal hacia los demás, en tanto atenta contra la unidad.

Debido a ello, y pese a lo negativo de su apariencia, la enfermedad es en si misma beneficiosa, dado que permite percibir ese conflicto, ese desequilibrio emocional entre el alma y la mente y, consecuentemente, corregirlo. Así tanto la prevención como la curación están ligadas a la erradicación de nuestros defectos, no por enfrentamiento con el mal, sino por desarrollo y crecimiento de la virtud opuesta.

En este contexto las flores actúan fortaleciendo o desarrollando actitudes positivas de optimismo, alegría, paz, tranquilidad, paciencia, coraje, fortaleza, sabiduría interior y seguridad.

Finalmente, Bach sostiene que son siete los estados de ánimo o emocionales que pueden alterar la salud. El miedo, que bloquea las iniciativas vitales; la incertidumbre, que deja a merced de los demás; la falta de interés por la realidad; la soledad orgullosa y egoísta; la hipersensibilidad respecto del juicio ajeno; el desánimo o la desesperación; la preocupación excesiva por los demás con carácter posesivo.

Estos siete estados de ánimo conformarán los siete grupos emocionales en los que se agrupan las 38 esencias florales del sistema terapéutico ideado por Edward Bach.

Jorge Eduardo Padula Perkins







martes, 1 de marzo de 2011

Para saber cómo es la soledad…Water violet, Impatiens, Heather…

por Jorge Eduardo Padula Perkins

Cual fantasma amenazador o penosa realidad cotidiana, la soledad suele establecerse como una torturante presencia en la vida de muchos individuos. A veces se trata de personas carentes de familiares o amigos, pero en ocasiones, aún aquellos que están a diario rodeados de gente, padecen internamente por sentirse solos.
Desde esa perspectiva es lícito presumir que la génesis y el espacio vital de la soledad se encuentran en el mismo ser, es decir, en el alma de quien se percibe solo.

Edward Bach clasificó los desórdenes emocionales en siete grupos. Uno de ellos, el de la soledad. La soledad que para él, denotaba un conflicto entre el alma y la mente y era por lo tanto, un factor causante de enfermedades.

Tres perjudiciales tipos de soledad reconoció Bach, que se identifican con otras tantas flores cuya denominación adoptan a la hora de referir una caracterología o una sintomatología: Water violet, Impatiens y Heather.

Water violet

La violeta de agua (Hottonia palustris) es una planta acuática y sumergida, que crece en los pantanos. Es perenne y sus tallos brotan por encima de la superficie del agua. Alcanza sólo de cinco a quince centímetros de altura. Su flor presenta cinco pétalos tricolores con un centro amarillo que después deviene en blanco, en tanto la mitad hacia afuera luce un color rosa-malva. Tiene un perfume muy fuerte.

“Para quienes, tanto en la enfermedad como en la salud, prefieren estar solos”, dice Bach, y agrega que son “muy independientes, capaces y confiados en si mismos”, pero en su aspecto negativo se manifiestan orgullosos por sentirse superiores a los demás y actúan de manera crítica, intolerante y arrogante. Se valen por si mismos y no comparten sus problemas por entender que la inferioridad de los otros los hacen incapaces de darle una ayuda válida.

Esa percepción hace que el individuo se aparte y construya su propia soledad en el ensimismamiento.

Impatiens

“Impatiens gladulifera” es la denominación científica de Impaciencia, una flor silvestre proveniente de la región del Himalaya. Se desarrolla con facilidad en lugares húmedos, terrenos bajos cercanos a costas o canales de riego. Puede llegar a medir hasta un metro con ochenta centímetros de altura. Sus flores son rojas, a veces con tonos liláceos, tienen un sépalo inferior prolongado en espolón. 

Su nombre se asocia al “arrebato” con el que sus vainas de semillas maduras “explotan” y se esparcen a varios metros. En Inglaterra se la conoce como “Casco de Policía” o “Bálsamo indio”.

Junto con Clematis, Rock Rose, Cherry Plum y Star of Bethlehem, integra la fórmula del Rescue Remedy.

Edward Bach caracteriza a estos individuos como “rápidos en el pensamiento y en la acción” y deseosos de que “todo se haga sin vacilación ni demora”. Las resulta muy difícil tener paciencia con las personas lentas e intentan por todos los medios acelerar sus tiempos.

Se malhumoran con facilidad y pueden, en su franqueza descontrolada, tratar mal a las personas que los rodean, aunque superado el momento recuperan su equilibrio y se disponen a perseguir, sin pérdida de tiempo, otro objetivo.

Su soledad radica en no saber esperar al otro para transitar tramos de vida compartida.

Heather

En español Brezo (Calluna vulgaris) es también conocida como brecina o brezo vulgar. Se trata de un arbusto que puede medir hasta 80 centímetros. Se extiende en grandes cantidades formando brezales. Los pétalos de sus flores, que son muy olorosas y de color malva, no están unidos y forman una campana.

“Para quienes están constantemente buscando la compañía de cualquiera que esté disponible, pues les resulta necesario discutir sus propios asuntos…” Se sienten muy infelices si tienen que pasar tiempo solos.

La persona Heather sufre de tal grado de carencia afectiva que reclama permanentemente la atención de los demás y los abruma entonces relatando sus experiencias.

No hay soledad sin el otro.

El tema de la soledad es una constante en los pensamientos y reflexiones del género humano. Prueba de ello es que, a través del tiempo, se ha patentizado en la literatura, la filosofía, la psicología, la religión, la sociología y el arte, en tanto que, paralelamente, ocupa espacios medios de comunicación populares de interés general, divulgación o bienestar.

Intrínsecamente la soledad refiere a la persona, pero en relación (o, paradójicamente, en ausencia de relación) con el otro. Es decir que no hay soledad sin conciencia de otredad. Porque “el hombre cae en la cuenta de que vive separado de los demás; de que existe aquel que no es él; de que están los otros y de que hay algo más allá de lo que él percibe o imagina” (Ociel Flores).

Al respecto, Octavio Paz aseveró que “El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro” y, aunque asegura que “estamos condenados a vivir solos”, señala que también lo estamos “a traspasar nuestra soledad y a rehacer los lazos que en un pasado paradisíaco nos unían a la vida”. Por esa razón –dice- la soledad “se nos aparece como una prueba y una purgación, a cuyo término angustias e inestabilidad desaparecerán”.

Desaparecerá, propugna Bach, la soledad del distanciamiento provocado por el sentimiento de superioridad y orgullo, con la energía positiva de Water violet. Desaparecerá la impaciencia e irritabilidad que, aquellos impulsados por la prisa, manifiestan respecto de los demás, con Impatiens. Desaparecerá la viscosidad verborràgica con la que ciertas personas se apegan a los otros en su egoísta desesperación por ser considerados, con Heather.

Entonces estará emocionalmente despejado y apto el camino para encontrarse con el otro, con la presencia del otro o con la imborrable marca de su ausencia, pero en cualquier caso dejando de lado la soledad como motivo de angustia ontológica. Así lo entendieron Edelmiro Molinari y Luis Alberto Spinetta cuando compusieron aquella canción (El tema de Pototo) que en los años sesenta hiciera famosa el grupo de rock argentino Almendra y que decía:

“La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ves llegar igual
si es que sus sueños son luces en torno a ti
tú te das cuenta que él ya nunca ha de morir,
Nunca ha de morir".



Bibliografía y fuentes:

Flores, Ociel (1999): Octavio Paz. La otredad, el amor y la poesía. En revista “Razón y Palabra” número 15. En línea: http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n15/oflores15.html [Consulta: 07-FEB-11]
Pastorino, Maria Luisa (1989): La medicina floral de Edward Bach. Editorial Club de Estudio. Buenos Aires.
Sanjurjo, María Angélica (1972): Celajes de la tarde. J. Héctor Matera S.A.I.C Editor. Buenos Aires.
http://www.institutobach.com.ar/  [Consulta: 04-FEB-11]
http://www.flores-bach.es/   [Consulta: 04-FEB-11]