La perspectiva filosófica del sistema terapéutico floral de Edward Bach

La curación por las flores implica el reconocimiento de vibraciones energéticas que, provenientes de éstas, llegan a los individuos tratados transportadas por el agua. Pero detrás de esta síntesis prevaleció en Edward Bach una concepción filosófica de la enfermedad y los enfermos.

Según el médico galés, la enfermedad tiene sus raíces en un conflicto entre el alma y la mente. Cuando nuestra personalidad se desvía del camino trazado por el alma, fuere por la propia acción o por influencia de otros. Asimismo, provoca enfermedad todo acto de crueldad o mal hacia los demás, en tanto atenta contra la unidad.

Debido a ello, y pese a lo negativo de su apariencia, la enfermedad es en si misma beneficiosa, dado que permite percibir ese conflicto, ese desequilibrio emocional entre el alma y la mente y, consecuentemente, corregirlo. Así tanto la prevención como la curación están ligadas a la erradicación de nuestros defectos, no por enfrentamiento con el mal, sino por desarrollo y crecimiento de la virtud opuesta.

En este contexto las flores actúan fortaleciendo o desarrollando actitudes positivas de optimismo, alegría, paz, tranquilidad, paciencia, coraje, fortaleza, sabiduría interior y seguridad.

Finalmente, Bach sostiene que son siete los estados de ánimo o emocionales que pueden alterar la salud. El miedo, que bloquea las iniciativas vitales; la incertidumbre, que deja a merced de los demás; la falta de interés por la realidad; la soledad orgullosa y egoísta; la hipersensibilidad respecto del juicio ajeno; el desánimo o la desesperación; la preocupación excesiva por los demás con carácter posesivo.

Estos siete estados de ánimo conformarán los siete grupos emocionales en los que se agrupan las 38 esencias florales del sistema terapéutico ideado por Edward Bach.

Jorge Eduardo Padula Perkins







jueves, 1 de septiembre de 2011

Wild Oat. La silvestre hija de la luz.


por Jorge Eduardo Padula Perkins

La avena silvestre es un importante ingrediente en los tónicos amatorios, sostienen algunos, dado que contribuiría “a segregar testosterona, la hormona sexual más importante tanto en hombres como en mujeres”, en virtud de lo cual aumentarla “la libido, el deseo y la sensibilidad” y mejoraría la actividad sexual.

Con las características de una pócima mágica se sugiere en consecuencia recolectar “avena silvestre allí donde la encuentres”, preferentemente “durante la primavera y hasta principios del verano, mientras está verde y llena de savia”, ponerla en una licuadora, e ingerir 100 ml de jugo una o dos veces al día, a fin de potenciar la sexualidad.

Más allá del aspecto hechicero del brebaje lo cierto es que los frutos de la avena se consideran vitamínicos y remineralizantes. Las hojas tendrían acción fungicida. Popularmente se emplea la avena en forma de emplastos como antiinflamatorio. Asimismo se le reconocen a esta planta efectos diuréticos, laxantes y sedantes, como también usos dermatológicos.

La avena silvestre (Wild Oat) es, entre las flores de Bach, la única de la familia de las gramíneas, género de plantas que han acompañado a la humanidad a lo largo de la historia. De hecho, enormes manadas de rumiantes de la Edad de Piedra ya se alimentaban con gramíneas.

La avena debe su nombre al vocablo del latín “avere”, que significa desear, y es, en general, el forraje preferido de los animales.

Su nombre científico, Bromus ramosus deriva del griego (avena ramificada), debido a la característica ramificación de sus espigas, que la diferencia de otras gramíneas. Suele crecer y desarrollarse en regiones boscosas, entre arbustos y matorrales y ser alimento de pequeños animales como el corzo y el ciervo, razón por la cual se la asocia con la huidiza Diana, diosa del bosque.

La avena silvestre es también comestible y muy apreciada por su alto valor nutritivo. Sus plantas pueden alcanzar hasta un metro y medio de altura y sus largos tallos, de aspecto quebradizo y débil, son en realidad fuertes y flexibles. Las flores, por su parte, son pequeñas y alargadas, de aspecto simple y sin colorido.

En el contexto del sistema floral de Edward Bach, la avena silvestre es recomendable para aquellas personas que esperan pasivamente que las soluciones lleguen solas, pero al mismo tiempo sienten la frustración de la inactividad o la desorientación.

En  palabras del médico británico, Wild Oat es la flor indicada “Para aquellos que ambicionan hacer algo importante en la vida, que quieren adquirir mucha experiencia y gozar todo lo que les sea posible, viviendo plenamente. Su dificultad consiste en poder determinar qué ocupación deben seguir, ya que aunque sus ambiciones son fuertes, no tienen una vocación que les llame más que otra. Esto les puede acarrear demoras e insatisfacciones."

Así como la espiga de la avena silvestre tiene la capacidad de pegarse al pelo de los animales o a la ropa de los hombres para así transportarse y propagar la semilla, el remedio derivado de sus flores tornaría a las personas que lo ingieren un necesario apego a su naturaleza y a las decisiones que de ella surgieran, modificando positivamente la situación dubitativa y de indefinición de quienes se caracterizan por esta personalidad.

La botánica herbolaria astrológica clasifica a las gramíneas bajo el signo del Sol por su relación con la luz que se manifiesta en el crecimiento de estas hierbas de manera predominantemente vertical, en las hojas de nervadura paralela y en los tallos.

También se patentiza la influencia de la luz en estas plantas, en los depósitos de ácido silícico en las paredes celulares de los tallos, glumas y aristas.

El silicio confiere a las plantas una gran resistencia frente a las plagas de hongos y mildíu, de influencia «lunática», y frente a las trompas y órganos masticadores de los insectos. El silicio le transmite la fuerza de la luz y del calor, ayuda a transformar el azúcar y el almidón y estimula la maduración de las semillas.

Se dice que el silicio transmite la fuerza de la luz y conecta con elevadas vibraciones cósmicas, lo cual explicaría el uso de gramíneas en diferentes rituales, como el caso de los brahmanes védicos, que utilizaban kusha, que es una gramínea emparentada con la avena silvestre, para fabricar los tronos de los dioses para las grandes ceremonias de sacrificio (yashnas).

Entre algunos pueblos antiguos, ofrecer una hierba indicaba la conclusión de un ritual de sumisión, mediante el cual el vencido admitía su derrota y se sometía a la voluntad del vencedor.

Dentro del sistema terapéutico floral de Bach, Wild Oad es considerada una flor catalizadora, es decir, que despeja los pensamientos permitiendo que las emociones verdaderas afloren sin disfraz.

Fuentes: